La chef de esta residencia y centro integral para adultos mayores, Valentina Toro, destacó que el humor que tiene una persona al momento de cocinar se ve reflejado en la cocina.
Tratar a un adulto mayor con trastornos neurocognitivos no debe hacerse solo desde el punto de vista clínico. Hay otros elementos que le harán la vida más feliz, como hacerles compañía, recrearlos, ponerles una música que los haga “viajar” a los recuerdos, vestirlos bonito, peinarlos e, incluso, halagarlos y sorprenderlos con una buena comida.
Se ha dicho que el amor entra por la cocina. Y en la residencia y centro integral para adultos mayores Hogar la Ponderosa esa es una premisa que Valentina Toro, chef, mantiene como premisa central para cada menú.
Desde 2019, cuando abrieron las puertas de este hogar, Toro se encargó de seleccionar ingredientes atractivos y nutritivos, de prepararlos y hasta de alimentar directamente a los huéspedes, palabra que usan para llamar en la Ponderosa a los pacientes residentes.
Ese contacto directo aumentó su sensibilidad hacia el cuidado del adulto mayor. “Me dediqué 100% a la cocina, me encargaba de hacerles el desayuno, el almuerzo, las meriendas, la cena, y eso creó una conexión bastante fuerte”, señaló la chef.
Humor con sazón
Para Toro, el humor que tiene una persona al momento de cocinar se ve reflejado en la cocina. “Si uno está alegre, contento, tiene buena vibra, eso se traslada a cada creación y quienes comen esos platos van a estar felices y satisfechos”.
—¿Cuáles son los platos que normalmente prepararas para que sientan esa felicidad?
— Siempre preparo menús con los que ellos se sientan confortables, es decir, comida casera y balanceada. Y aunque algunos tienen unos gustos particulares, a todos les encanta en el desayuno las mermeladas, eso no puede faltar jamás, por ejemplo. Lo que hago es hacer una buena distribución de macronutrientes y logro que las comidas sean completas: carbohidratos, grasas, proteínas vegetales.
En el desayuno, se sirven arepas con huevo frito, queso, mermelada, tostadas francesas con queso y sirope, o un tradicional perico con arepa, queso y aguacate.
Para el almuerzo, Toro organiza algo más estructurado: un día hace pasticho con ensalada y plátano, otro pabellón criollo, una vez a la semana preparan granos siempre acompañados de vegetales, también una vez a la semana agrega pollo al menú y todos los viernes les idea un buen almuerzo con pescado.
“Tratamos de hacer algo más allá de lo simple, para que ese momento lo disfruten verdaderamente. Nos pasa mucho que ellos dicen: acabo de comer con un gustazo, y cuando les preguntamos qué comiste no recuerdan los alimentos, pero sí el hecho de que estaban divinos, y eso es lo que realmente buscamos”.
Placeres a la carta
Valentina es de las que piensa que comer es un placer y si es algo rico, la satisfacción es doble. “Y cuando me enfoco en eso es como darle a los huéspedes esa alegría día a día e incluso eso les trae recuerdos, como cuando comen tostadas francesas con mermelada y comentan que les daban de eso cuando estaban pequeños”.
—¿Hay algunos pecados culinarios que se pasan por debajo de la mesa?
—Trato de darles gusticos, principalmente con los postres. La mayor parte de la semana hacemos meriendas sanas, con frutas, yogurt, cereales; pero también agregamos tortas de cambur, galletas, arroz con leche y el manjar de coco que les encanta.
“Es un pedacito de un dulce que se comen a mitad de tarde y lo gozan a pesar de que no pueden comer mucha azúcar, pero se ponen contentos. Hacemos que vivan lo mejor posible, todo con moderación. Tenemos a una señora que, después de cada comida, insiste en que le den un postre y siempre le tenemos uno preparado”.
Entre esos pecados están esos antojos repentinos: si alguno dice que quiere comer una hamburguesa, una parrilla. Y para eso esperan los fines de semana. “Esos días somos más abiertos y los complacemos, se hacen perros calientes, panquecas. Es muy bonito ver cómo algo que preparaste con mucho cariño le saca una sonrisa”.
Actualmente, Valentina no está 100 % en la Ponderosa, pero sí se encarga de hacer el menú diario, de chequear que estén todos los nutrientes y de que las cocineras les den esas dosis de cariño a cada preparación, ese toque de amor que además está impregnado del aroma natural que brindan los árboles frutales que rodean la Ponderosa.
“Trabajar con adultos mayores es muy bonito, a pesar de que no sepan quién eres. Ellos sienten que haces algo bueno por ellos y eso lo demuestran cariño. Eso es algo muy especial”, dijo al tiempo que algunos huéspedes que se paseaban por las áreas verdes la saludaban y devolvían gestos de cariño.
Para saber más sobre los beneficios que ofrece la residencia y centro integral para adultos mayores Hogar la Ponderosa, puede visitar su cuenta en Instagram @hogarlaponderosa.